Por Enrique Jonguitud
Con un magro ingreso de unos 150 pesos a la semana, una madre de familia apuesta su sobrevivencia al programa Oportunidades, ahora transformado en Próspera, sólo que esta ayuda social le entrega apenas 400 pesos mensuales, que resultan insuficientes para sus necesidades mínimas.
Con 46 años de edad y un hijo que cursa el sexto año de primaria, María del Refugio afirma que la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) apenas le entrega 800 pesos bimestrales, en resumen 4 mil 800 pesos al año para sobrevivir.
Asegura que apenas cobró la ayuda el pasado 2 de octubre, y no volverá a ver algún depósito en su tarjeta hasta el 4 de diciembre, cuando la Sedesol realizará el siguiente pago.
Además, María del Refugio no tiene casa y enviudó hace 8 años, así que vive con familiares que a su vez la rechazan por padecer epilepsia, enfermedad cuyas medicinas recibe en un centro de salud local, todo a través del Seguro Popular.
Esta mujer opta por buscar ingresos, no más de 150 pesos a la semana, bordando manteletas que ofrece a 20 pesos cada uno, en las escalinatas del edificio del Palacio Federal de Ciudad Victoria, “pero vendo dos o tres al día, ayer vendí dos. De esta manera traigo algo para darle a mi hijo”, afirma.
María del Refugio está considerada por las estadísticas oficiales dentro de las 208 mil personas (el 64.9 por ciento de los habitantes de Ciudad Victoria) con algún grado de pobreza, para quienes los más de 2 mil millones de pesos que ejerce la Sedesol en Tamaulipas, no significan nada, pues su situación lejos de mejorar, empeora.
“Lo que más me preocupa es mi niño, que siempre necesita ropa y gastos para su escuela”, asegura.
Mientras, los jefes de programa de la Sedesol estrenaron durante el 2014 sendas camionetas último modelo para sus traslados dentro de los trabajos de la Cruzada Nacional Contra el Hambre, esta vez María del Refugio pudo inscribir a su hijo en sexto de primaria gracias a una hermana que soportó los gastos de útiles y uniformes escolares.
María del Refugio apunta, “Sí un funcionario supiera esto, pues yo le pediría que me ayudara con lo económico”.
Recuerda que cada mes, los ataques de epilepsia la pueden dejar hasta una semana en cama, “Entonces cuando estoy bien leo la Biblia, y me vengo a bordar y a vender”.
En realidad María del Refugio resulta ser una mujer de pocas palabras. Conversa poco mientras sus manos alargadas y huesudas bordan un ángel sobre una manta, y confiesa tener creencias muy particulares, “Mi mamá dice que cuando tenía un año me dio la malora, y por eso quedé enferma. Ahora sé que mi padecimiento empeora con la luna nueva, y con la luna llena a ver cómo me pongo en estos días”, dice resignada, esperando los ataques epilépticos que la han acompañado durante casi toda su vida.
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