La Jaula de Oro no es una película, es una ventana a la cruda realidad que viven miles de migrantes centroamericanos en su éxodo por México hasta llegar a la ‘tierra prometida’ en el norte, los Estados Unidos. Producida en cooperación entre México y España, este filme fue escrito y dirigido por Diego Quemada-Diez quien contó con la participación de Lucía Carreras y Gibrán Portela en el argumento, Leonardo Heiblum y Jacobo Lieberman en la música y María Secco en la dirección de fotografía.
Este drama cuenta la historia de tres adolescentes guatemaltecos, Brandon López como Juan, Karen Martínez como Sara y Carlos Chajón como Samuel (más tarde conocerían a Rodolfo Domínguez como Chauk), al internarse a México y la cruda realidad que tienen que afrontar a bordo de ‘La Bestia’, la famosa locomotora en su largo peregrinar hacia el norte. Aunque con algunos destellos de risas y alegría como los hay en la vida, esta es una tragedia que hiela la sangre e indigna al más frío espectador por las injusticias sufridas por sus protagonistas.
Realizada en diversas locaciones que van desde La Mesilla en Guatemala pasando por los estados mexicanos de Chiapas y Oaxaca hasta llegar a Ciudad Juárez y finalmente a Nuevo México, migrantes reales fueron contratados como extras para el rodaje de algunas escenas, ingrediente que aporta un grado más de realismo a esta ya de por sí impactante obra.
La dirección de cámara de corte documental cuenta con elementos clásicos del cine japonés, lo cual realza la narrativa gráfica de la película e incrementa la tensión entre el espectador y la pantalla.
“La gente se quedó como ‘shockeada’ pues no sabía que esto pasaba en Estados Unidos y en México. Hizo reflexionar al público. Les gustó mucho sentir la problemática desde el punto de vista de ellos, los migrantes”, indicó Diego Quemada-Diez para una publicación mexicana luego de ser premiado como mejor Nuevo Director en el Chicago Internacional Film Festival.
Por si todo esto no fuera suficiente tiene además una breve aparición el padre Alejandro Solalinde y su albergue para migrantes en el estado de Oaxaca.
Esta película ya ha merecido reconocimientos tales como el Premio Gillo Pontecorvo por su “compromiso social, vigor narrativo y frescura narrativa”, ganadora del premio a Mejor Reparto en el Festival de Cannes 2013, ganadora del premio del Público en el Festival Internacional de Cine de Morelia 2013, premio a Mejor Nuevo Director en el Chicago Internacional Film Festival, ganadora al mejor filme de la Competencia Latinoamericana de Largometrajes del Festival Internacional de Cine de Viña del Mar (noviembre de 2013), ganadora del Premio Astor de Oro en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata 2013, ganadora del Premio Especial del Jurado por Mejor Opera Prima en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y fue nominada al Premio Goya 2013 a Mejor película hispanoamericana.
En momentos uno se olvida que esto es una película, que es un documental, y se pierde entre las calles polvorientas, las casas de cartón y la muchedumbre, entre la pobreza que no reconoce fronteras, banderas ni idiomas. Véala, se la recomiendo ampliamente.
Por si todo esto no fuera suficiente tiene además una breve aparición el padre Alejandro Solalinde y su albergue para migrantes en el estado de Oaxaca.
Esta película ya ha merecido reconocimientos tales como el Premio Gillo Pontecorvo por su “compromiso social, vigor narrativo y frescura narrativa”, ganadora del premio a Mejor Reparto en el Festival de Cannes 2013, ganadora del premio del Público en el Festival Internacional de Cine de Morelia 2013, premio a Mejor Nuevo Director en el Chicago Internacional Film Festival, ganadora al mejor filme de la Competencia Latinoamericana de Largometrajes del Festival Internacional de Cine de Viña del Mar (noviembre de 2013), ganadora del Premio Astor de Oro en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata 2013, ganadora del Premio Especial del Jurado por Mejor Opera Prima en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y fue nominada al Premio Goya 2013 a Mejor película hispanoamericana.
En momentos uno se olvida que esto es una película, que es un documental, y se pierde entre las calles polvorientas, las casas de cartón y la muchedumbre, entre la pobreza que no reconoce fronteras, banderas ni idiomas. Véala, se la recomiendo ampliamente.
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