Estaba delante mío en la fila del Oxxo, era un hombre de
unos 35 años –momentos después lo confirmaría-, moreno, fornido, un poco más
alto que yo y quien ordenaba indecisamente una cajetilla de cigarros, terminó
por pedir unos Palm Mall rojos de 15’s con un acento que me resultó familiar
pero que terminé comprendiendo el porqué.
Ya en la calle y al encender un cigarro con fósforos de
madera –rasgo inusual en esta parte del país- el hombre de la fila me observa
salir y mira mi cámara fotográfica, “¿es Usted fotógrafo?”, dice de una manera
en que se puede reconocer un gesto respetuoso.
“Soy un reportero, con ésta cámara tomo las fotos para mis
entrevistas”, respondo sujetando la cámara que colgaba de la correa cruzada en
mi pecho, “ahorita ya es hora de ir a escribir”, agrego con algo de
desconfianza.
“Pues si quiere entrevísteme…” responde con una sonrisa
burlona mientras que inconscientemente agacha la mirada, “¿Y eso? ¿De qué me
quiere hablar?”, lo miro ahora con curiosidad. “Es que soy migrante y me acaban
de deportar…”.
Mi reacción lógica fue pensar ‘se me hace que quiere dinero’,
como en anteriores ocasiones me sucediera con otros migrantes y llevo mi mano a
la bolsa del pantalón buscando cambio, “¿puedo grabar la entrevista?”, le pregunto
al encontrar en el bolsillo la grabadora que utilizo para mis entrevistas, “mejor
no… es que ya ve cómo está la situación”, responde.
Por ese motivo redacto esta entrevista de memoria con los
pocos datos que pude rescatar de la conversación anotados en una libreta,
llamaremos Manuel ‘N’ al hombre de los Palm Mall rojos respetando así su
privacidad.
Manuel acaba de llegar deportado de los Estados Unidos,
partió a la edad de 16 años y vivió en aquel país durante 19, fue deportado por
conducir sin licencia de manejo y está casado con una mujer norteamericana con
la cual tuvo dos hijos.
Durante la mayor parte de esos 19 años Manuel vivió en la
ciudad de Orlando, Florida, pero actualmente su familia se tuvo que mudar al
estado de Louisiana con el padre de su esposa. A pesar de esto Manuel tuvo la
fortuna de ser tamaulipeco, del municipio de San Carlos, ya que al tener
familia en éste estado le fue más fácil encontrar quién le diera alojo mientras
medita qué hacer a partir de ahora.
“Hay compañeros que son centroamericanos y que esos sí no
les queda de otra que tratar de cruzar nuevamente a los Estados Unidos, y eso
es algo muy difícil”, reflexiona.
Manuel permaneció recluido en un centro de detención para
migrantes en el estado de Texas durante los cuatro meses que duró su proceso de
expulsión, en ese tiempo le tocó ver a miles de migrantes que eran deportados
de aquel país.
“En ocasiones deportaban a unos cuatro mil a diario, yo creo…
mire, ahí deportaban hasta a niños chiquitos, niños en brazos como si fuesen
adultos… así los van y los tiran a la frontera…”, menciona con una indignación
mal disimulada en la voz.
¿Y qué tal los trataban los agentes de la Border Patrol?, le
pregunto, “pues hasta eso bien, digo, no nos maltrataban ni nos hablaban con
faltas de respeto, sólo que es su trabajo y pues lo tienen que hacer, ¿no?”.
Termina su cigarrillo y lo tira al suelo para apagarlo pisándolo
con la suela del zapato, ¿y ahorita va para San Carlos?, “no, me estoy quedando
con una hermana que vive aquí cerca, en el… pero ahorita salí al centro a
buscar a otros familiares que hace como 20 años que no veía, lo que pasa es que
ando todo desorientado y no me ubico bien todavía”.
Manuel menciona que no sabe todavía que va a hacer, si intentará
regresar al país en el que ha pasado la mayor parte de su vida y en donde vive
su familia más cercana o si tratará de habituarse a la vida aquí en México.
“…la verdad que no lo sé, está bien difícil para ir para allá…
por la inseguridad, Usted sabe cómo está la situación”, le comentó que es muy
peligroso tratar de cruzar hacia los Estados Unidos.
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